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Eduardo fue abandonado por su novia y perdió su trabajo exactamente al mismo tiempo. Se hundió en la depresión y cuando se dio cuenta de que sus ahorros habían desaparecido y tuvo que empezar a vender sus muebles. Cuando llamaba a sus padres o amigos, pedía que le devolvieran la llamada porque no tenía crédito en el teléfono. Su apartamento fue alquilado por su tía, a quien ya le debía tres meses. Lo que le entusiasmaba un poco eran las conversaciones de chat que mantenía con Laura, a la que sólo conocía a través de una red social web.
No siempre le fue mal. Él era muy bueno en su trabajo, que contenía el manejo de la publicidad en Internet. Trabajó para muchas agencias y sus efectos fueron siempre satisfactorios. Algunos problemas dentro de la última empresa en la que trabajó y un mercado laboral tal vez poco dinámico, lo mantuvieron alejado de la actividad productiva. La ruptura con su novia coincidió y Eduardo no pudo reaccionar correctamente. Les dijo a todos que estaba bien, que ya lo habían llamado de alguna compañía, que pronto volvería al juego. No era verdad, no buscaba ni respondía llamadas ni correos electrónicos. No necesitaba saber nada con respecto al mundo. Solía beber repetidamente a la semana. El dinero ahorrado se fue desvaneciendo poco a poco, hasta agotarse. Le quitan la línea de teléfono móvil, el cable e Internet de la casa. Compró alcohol barato y bebió solo en su apartamento. No salí en días, comí poco y comí mal. Amigos y familiares lo han estado buscando y han dejado de llamarlo o visitarlo. Comenzó a vender sus muebles, su tableta, su computadora y su TV. Su única distracción era la radio y sus libros. Cada día estaba más delgado.
A veces visitaba un centro comercial cercano donde claramente había una conexión wifi totalmente gratuita y comprobaba su correo electrónico en su teléfono por curiosidad cuando no respondía a nadie. En algunas de esas ocasiones, al mediodía, abrió una red social que mucha gente desconoce y una mujer llamada Laura apareció en la sala de chat. Ha sido una confusión, ella le dio el clic incorrecto. Eduardo le contestó y compartió con ella que claramente no había ningún problema con la confusión, que él entendía. Además, dijo Eduardo, hace frío hoy. Que fue el comienzo casual de la amistad. 24 horas después Eduardo volvió al comercial y conversó con Laura. Vivía en una ciudad a 250 km de distancia, trabajaba en una tienda de ropa y al mediodía lo aprovechaba para distraerse con su celular. Era su método de escapar para leer lo que otros escribían. Eduardo le dijo que estaba desempleado, pero que encontraría algo. Fue la primera vez en mucho tiempo que lo dijo sinceramente. Las conversaciones continuaron, siempre al mediodía. Eduardo se estaba preparando para ir al comercial y dejó de beber. He visto tus charlas con Laura como terapia.